He empezado esta preciosa mañana de domingo escuchando la radio. He de decir que no soy habitual de Rne1, pero me han avisado de que estaban emitiendo en esta cadena un programa de tertulia sobre «el lenguaje sexista». Si queréis escucharlo, podéis encontrar el podcast en «no es un día cualquiera -primera hora-«.
He de reconocer que yo no lo he hecho, no en su totalidad. No me avergüenza decir que no le he dedicado mucho tiempo. Creo que hay una relación proporcionalmente directa entre el alcance de la madurez y los usos del tiempo: a mayor edad, mayor es también el apego que se siente por cada minuto de la vida. Me ha bastado escuchar un par de comentarios machistas para cambiar de canal y ponerme a escuchar Herbie Hancok, que siempre me relaja y me acompaña en los momentos de sosiego. Si sois de jazz, lo recomiendo.
A lo que iba. Que he escuchado una de esas POSTURAS NEGACIONISTAS tan propias de estos tiempos, que defendía el uso, por ejemplo, de «hombre» sobre el de «ser humano» (que no hay por dónde coger el «argumento» -que no ha dado tal- más allá de la consabida resistencia a la pérdida de privilegios) y me venía a la cabeza la, por otra parte tan archiconocida, imagen… (¿Siguen nuestras niñas y niños acercándose a la evolución de la especia apoyándose en esta lámina?)
Efectivamente, la evolución del HOMBRE

Efectivamente, la evolución del HOMBRE

La violencia simbólica según reproduce Wikipedia es aquella que (y, por aquello de la coherencia, me he permitido una corrección que va en cursiva)
«se utiliza para describir una relación social donde el «dominador» (también se puede decir, el sector dominante y sería a mi entender más correcto) ejerce un modo de violencia indirecta y no físicamente directa en contra de los «dominados« (o, por lo mismo, el sector dominado), los cuales no la evidencian o son inconscientes de dichas prácticas en su contra, por lo cual son «cómplices de la dominación a la que están sometidos»
(Bourdieu, 1994).
Cualquier forma que adopte la práctica del lenguaje: a través de los símbolos lingüísticos convenidos (¿convenidos por quienes?), o a través de cualquiera de sus múltiples formas de expresión artística (música, dibujo…) transmite una forma de ver, entender y definir la realidad. DEFINIR la realidad. O sea «qué es y qué no es… algo».
El lenguaje nos hace cómplices de las desigualdades en la medida que invisibiliza unas realidades, o las desvaloriza en relación a otras que están sobre-representadas (se nombran hasta el hastío), sobrevaloradas y que ocupan la dimensión del todo.
Cuando se habla de hombre, NO se habla de mujer, se habla de hombre. Porque las realidades (las oportunidades de desarrollo y de realización, entre otras cosas), determinadas por una estructura que mueve el mundono son iguales para unos que para otras. Así es que cada vez que representamos el mundo a través de, por ejemplo, el lenguaje, nos convertimos en cómplices de lo que NO está incluido en esa representación.
Ya lo decía Simone de Beauvoir
«El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos«.
¿Y qué es el negacionismo? Pues es una postura de reacción del sistema que busca que todo siga igual.
De acuerdo al autor Paul O’Shea,
«es el rechazo a aceptar una realidad empíricamente verificable. Es en esencia un acto irracional que retiene la validación de una experiencia o evidencia históricas»
O en definición de Michael Specter el negacionismo grupal se produce cuando
«todo un segmento de la sociedad, a menudo luchando con el trauma del cambio, da la espalda a la realidad en favor de una mentira más confortable«.
Históricamente conocemos múltiples ejemplo. Se han dado en todas las luchas a favor del reconocimiento de los derechos humanos, algunos ejemplos: en el movimiento de liberación contra la esclavitud (acompañado y liderado por el movimiento feminista, aun cuando -por cierto- acabaron negaron el derecho al voto de «sus» mujeres, traicionadas de nuevo), en las luchas contra el apartheid, etc. Cuando una situación NO SE QUIERE CAMBIAR se dice que no existe, y por tanto, cualquier cambio es ilegítimo.
Existen otras posturas, porque el sistema se arma con todo lo que tiene impidiendo los cambios, como las filosóficas, que defienden la naturalización de las desigualdades que obedecen a un orden superior, utilizando la «razón» y la «pseudociencia» para justificar lo injustificable. Según Platón (427 – 327 DC), las mujeres son resultado de una degeneración física del ser humano.
«Son sólo los varones los que han sido creados directamente de los dioses y reciben el alma. Aquellos que viven honradamente retornan a las estrellas, pero aquellos que son cobardes o viven sin justicia pueden haber adquirido, con razón, la naturaleza de la mujer en su segunda generación».

Aristóteles también tuvo sus momenticos: La razón por la que un hombre domina en sociedad es su inteligencia superior. Sólo el hombre es un ser humano completo.

«La relación entre el varón y la hembra es por naturaleza aquella en la que el hombre ostenta una posición superior, la mujer más baja; el hombre dirige y la mujer es dirigida».

Las religiones se sumaron también. A ver quien contradice a los dioses. Aquí tenemos un ejemplo en la religión católica:

«Es cosa del orden natural entre la gente que las mujeres sirvan a sus maridos y los hijos a sus padres, porque la justicia de esto consiste en el principio de que el menor sirve al más grande… Ésta es la justicia natural de que cerebro más débil sirve al más fuerte. Ésta es por lo tanto la justicia evidente de que en las relaciones entre esclavos y sus maestros, aquellos que sobresalen en razón, aventajen en poder»

Agustín, Cuestiones del Heptateuch, Libro I, * 153.

Actualmente prohibiciones para las mujeres como conducir vehículos (en Irán) también se sostienen «racionalmente» por las autoridades de Riad con «argumentos» tan nobles como el cuidado de las mujeres (¿qué significa que necesitemos protección?)  porque si conducen tendrían que destapar sus rostros y, además, dejarían más su hogar, algo por lo que correrían peligro», según la revista infobae.
Pero no hay que irse ni atrás en el tiempo ni lejos en la distancia. El fenómeno es actual y es mundial.
Aquí tenemos perlas como ésta, que podemos encontrar en el Blog de Eduard Punset. 
¿Son tan complicadas las mujeres como dicen los hombres? Quizá no, pero la ciencia sugiere (el subrayado es mío) que son distintas de los hombres. El impacto de del estrés, por ejemplo, no es el mismo en las conductas de hombres y de mujeres. También el espacio que ocupan las relaciones sexuales en el cerebro de ambos es distinto. En contra de lo que creíamos, la ciencia nos sugiere que el cerebro tiene sexo»
Y es que cuando los estudios NO incluyen la perspectiva social (construimos la identidad en sociedad), pasan estas cosas. Curioso que las diferencias que se han «encontrado»sean las relacionadas con el estrés y las relaciones sexuales. Dos de las características identitarias determinadas por la construcción social del género, y de las demandas masculinas hegemónica.
Ahí tenemos a filósofas de la talla de Judith Butler, (1956, Cleveland, Estados Unidos), filósofa post-estructuralista que actualmente ocupa la cátedra Maxine Elliot de Retórica, Literatura comparada y Estudios de la mujer, en la Universidad de California, Berkeley. Su cita no tiene desperdicio.
La filósofa Judith Butler

La filósofa Judith Butler

 Ya vemos que estrategias para mantener el «status quo» hay variadas, que se mantienen a lo largo de los tiempos con pocos cambios y que son muy peligrosas (de ahí que se mantengan), sobre todo porque… a ver quién se atreve a poner en duda las opiniones de los «expertos» (recomiendo el documental «la industria de los expertos», en TV ). Que al final, no olvidemos, son eso, opiniones que no soportan un análisis medianamente riguroso desde la epistemología social. Dicho sea de paso: ¿Por qué, mejor dicho para qué, trascienden a los medios éstas y no otras referencias, que las hay?
Volviendo a la estrategia del negacionismo. Es lógico negar y bloquear los cambios, supone renuncia a los privilegios y al satus de la clase dominante. En el caso que nos ocupa, la negación se llama machismo.
No me queda más remedio que remitirme a esta maravillosa conferencia de la Lingüista Eulalia LLedó , «Que el bosque no te impida ver los árboles».
https://www.clasicasymodernas.org/conferencia-de-eulalia-lledo-sobre-el-informe-de-la-rae/
Dra. en filología románica

Dra. en filología románica

Eulalia Lledó (Barcelona en 1952), es doctora en filología románica por la Universidad de Barcelona. Resumiendo muy mucho, se dedica a la investigación de los sesgos sexistas y androcéntricos de la literatura y de la lengua, para lo que ha elaborado varias guías y manuales de recomendaciones para evitar los usos sexistas y androcéntricos. 
Lo que no se nombra no existe, pese a quien pese. La realidad del cambio es imparable.  Como dijo, no recuerdo quién: «Vamos despacio, porque vamos lejos».
Fundamentalmente las mujeres (pero no sólo) hemos trabajado, seguimos trabajando, intensamente para ello.
Y tenemos cuerda para rato.
 
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