Las escuelas de madres y padres cumplen varios objetivos. Por un lado son muy útiles como apoyo a las figuras sobre quienes recae la responsabilidad de acompañar los procesos de autonomización de las y los menores, sería algo así como crear un soporte de cuidados que, en un espacio seguro y sin juicios,  permita bajar al barro y romper con la idealización permanente en que nos sumergen los medios. Un espacio donde hablar de  la culpadel miedo a equivocarse, del cansancio, de la soledad, de la incomprensión, de la rabia, de la sobrecarga producto del desigual reparto de las tareas de cuidados… porque estos componentes están también en la maternidad y en la paternidad.

La corresponsabilidad es la asignatura pendiente de este siglo

Corresponsabilidad: la asignatura pendiente del siglo XXI

Además estos espacios cumplen otra función. Si el trabajo socio-educativo de las y los profesionales -que han recibido una intensa formación previa– requiere un espacio de supervisión,  cómo podemos pensar que madres y padres –sin formación específica en esta materia– pueden conocer las necesidades de las criaturas en cada etapa evolutiva. No se puede descargar esta enorme responsabilidad y después dejarles solos y solas, sin formación, sin apoyos, y esperar que improvisen adecuadamente.  La educación no es instintiva.

Por otro lado, existe una importante responsabilidad en la creación de un tipo determinado de sociedad, formar a la niñez implica formar ciudadanía, más o menos responsable, más o menos empática, más o menos solidaria, más o menos pacífica, más o menos creativadiversa, más o menos justaigualitaria. Porque todas estas características se aprenden y desarrollan -o no- durante la infancia. Debiéramos preguntarnos, primero, qué tipo de sociedad queremos y después, qué herramientas van a necesitar madres y padres para hacer bien su trabajo. Una atención de calidad de semejante calado no se improvisa. Madres, padres… tienen derecho a recibir una formación de calidad.

A mí siempre me ha asombrado cómo, por un lado, en las escuelas se recibe formación sobre un sinfín de materias algunas de ellas de utilidad incierta (como fue en mi momento memorizar las capitales de toooodos los países del mundo, algunos de los cuales, en la actualidad, han modificado sus fronteras, cambiado la titularidad de sus capitales o, simplemente, han desaparecido) cuando, por otro lado, se obvian la naturaleza, componentes y características del desarrollo psico-evolutivo propio, sus ritmos de desarrollo, sus necesidades… Conceptos, por ejemplo, como apego, vinculación, resiliencia, efecto pigmalión, relación entre estabilidad emocional y aprendizaje… 

Unas nociones que comprendieran los resultados de investigaciones rigurosas y contrastadas sobre estas materias, incluyendo la perspectiva de género (por supuesto). Porque la igualdad es el pilar sobre el que se asientan las democracias. Claro que hacer esto supondría encararse con el mito idílico de la familia, ese que habla de la naturalización y del instinto (de las mujeres, ¡cómo no!, que hay que justificar su repliegue al espacio doméstico), de hijas e hijos obedientes  y cuidadosos -a la par que creativas y competitivos– por generación espontánea y a coste cero, y de hogares espaciosos en el que todo el mundo se entiende y se apoya, donde se comparten risas con olor a bizcocho (hecho por la madre, claro). Introducir esta materia en las escuelas significa confrontar con la realidad de que se trata de un trabajo arduo y costoso, que requiere -como mínimo- los conocimientos, las habilidades y las actitudes que nos exige y nos exigen para el desempeño de cualquier otra profesión.

Respecto a las necesidades psico-educativas para un desarrollo sano y equilibrado hoy día existen áreas de consenso. Ha continuación describo algunas de las características que suponen las bases sobre las cuales construir el marco de la relación. Niñas y niños necesitan que…

1. … les aceptemos incondicionalmente, que no quiere decir que les consintamos ni les engañemos haciéndoles creer que les vale todo.

2. … les comprendamos empáticamente, o sea, que les miremos desde su momento vital no desde el nuestro.

3. …les estimulemos, les iniciemos de forma acompañada, les propongamos, incitemos su curiosidad, les dejemos enredar, probar, oler, gustar…

4. …hagamos una lectura positiva de su persona. No hay intencionalidad de dañarnos, de desafiarnos, de complicarnos la vida… No les etiquetemos, no nos burlemos….

5. …les sintamos capaces, ayudándoles a conocer sus propias limitaciones, a afrontar sus dificultades a su propio ritmo…

4. …confiemos en ellas y ellos, en su capacidad de buscar lo mejor para sí, en sus posibilidades de aprender. Que les respetemos. Ellas y ellos necesitan también confiar en quienes van a sostenerles, y para esto herramientas imprescindibles son nuestra honestidad y nuestra coherencia.

5. …les facilitemos la expresión, aceptación y canalización de todos sus sentimientos, los que nos agradan y los que nos asustan, también esos, porque forman parte de lo que somos. Para ello madres y padres necesitamos aprender a gestionar nuestras emociones.

6. … les pongamos límites claros y firmes, desde la jerarquía funcional que nuestro trabajo y sus necesidades requieren. Que sepan de forma meridiana qué vale y qué no vale, cuáles son sus responsabilidades, sus tareas…Que a menudo toca hacer cosas que no apetece hacer, y da igual, se hacen… Que la vida es así y es igual para todo el mundo. Que les frenemos cuando ellas y ellos no puedan, que frustremos (acompañadamente), que les contengamos. No es no.

7. … les permitamos protagonizar su propio proceso, que no quiere decir que hagan lo que les dé la gana, sean unos egoístas irresponsables o ejerzan un reinado tiránico en la casa. Quiere decir que podemos facilitar que tomen sus decisiones allá donde les corresponda, que pueden equivocarse en ámbitos de la vida que no supongan un descalabro, que necesitan probar, y probarse. Que igual su camino no es el nuestro. Que seguro que no es el nuestro (o el creemos que hubiéramos querido andar).

Los primeros lazos pueden devolver a las criaturas una imagen de sí, como personas valiosas y valientes, merecedoras de un afecto a prueba de «bombas», con capacidad de controlar un mundo que se les presenta como hostil -de tenerlo todo a ser un ser carente, vulnerabley dependiente-, con recursos para cuidar y cuidarse, para garantizarse el bienestar, para crear y mantener relaciones de igualdad libres de abusos y de privilegios, y con una inmensa capacidad de aprender.

Entre tanto y mientras no se contemple esta formación básica en las escuelas, apostemos por las escuelas de familia, con unos criterios que estén consensuados y homologados, a la forma en que se está realizando formación a profesionales de distintos ámbitos en cuestiones de prevención y abordaje de violencia de género.  Es una inversión… en salud, en felicidad, en toleranciacohesión social, en igualdad… en sociedad libre de violencias (bullying, violencia de género, delincuencia y desafección social…).

Empecemos abriendo el debate.

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