Asistí a las primeras Jornadas sobre Violencia de género en el Parlamento «Jaque al Patriarcado». Muy interesante la iniciativa que sitúa en la agenda política esta violación de los derechos humanos.  Son necesarios estos espacios, entre otras cosas, para unificar criterios y lenguajes, para compartir experiencias profesionales y definir estrategias y líneas de actuación.

En la actualidad formo parte de un grupo investigador que tiene el encargo (por parte de COCEMFE, la Federación de Asociaciones de Personas con Discapacidad Física y Orgánica de Navarra) de arrojar alguna luz  sobre la incidencia de la violencia de género en mujeres con discapacidad, fenómeno muy poco estudiado. Esta circunstancia hace que me haya interesado especialmente por la ponencia que desarrolló Paola Damonti.

Antes que nada quiero hacer una pequeña referencia a la nomenclatura. Sin duda las palabras que se utilizan para nombrar la realidad definen la forma en que se mira y en que se articula la forma de relación con ella. ¿discapacidad o diversidad funcional?  El concepto de diversidad funcional, es propuesto por las propias personas afectadas en el foro de vida independiente celebrado en 2005. Esta nueva semántica propone una terminología no rehabilitadora, que pone el acento en las diferencias, en la heterogeneidad social en relación a las capacidades y funcionalidades, que son distintas en cada persona de la misma manera que existe diversidad también en las culturas, en las generaciones… proponen un modelo social de enriquecimiento mutuo a partir de las características diferenciadas. 

Otros grupos, sin embargo, prefieren mantener la denominación discapacidad precisamente para reivindicar con mayor fuerza la aplicación de las medidas de adaptabilidad que la ley regula, señalando las dificultades para garantizar el acceso a los recursos, así como la participación activa y el ejercicio de sus plenos derechos de ciudadanía. En este sentido, discapacidad nos habla de discriminación.

Los datos que Paola Damonti comparte con quienes asistimos son muy reveladores. Las conclusiones de las investigaciones sobre violencia de género y discapacidad son abrumadoras, estas mujeres sufren más violencia, durante más tiempo y de mayor intensidad. Hasta ahora estas mujeres han sido invisibles. Apenas se les invita a participar en investigaciones, no se recogen sus experiencias y no se les tienen en cuenta en la recogida de datos para la elaboración de las estadísticas oficiales. Al hecho de ser mujer se suma las discriminaciones derivadas de su discapacidad.

Están en situación de mayor vulnerabilidad, por un lado porque sus cuidados están en manos de la misma persona que ejerce la violencia, denunciar esta situación las coloca en situación de mayor riesgo y desprotección. Por otro, porque se da la paradoja de tener dificultades para el acceso a los servicios y recursos que se han diseñado para su protección ya que estos continúan teniendo una adaptación deficiente, dependiendo sus necesidades específicas del tipo de discapacidad: física u orgánica, auditiva, visual o psíquica.

Es necesario sacar esta realidad a la luz. El Parlamento se ha hecho eco. Estamos de enhorabuena por ello. Comparto con vosotras y vosotros el vídeo que resume las Jornadas, para que saquéis vuestras propias conclusiones.

 

 

 

 

 

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