Ayer vi la película «Atrapa la bandera».
Me enfadé. Me enfadé mucho. Será que cada vez voy teniendo menos paciencia o que espero tal vez demasiado de profesionales que tienen en sus manos un poder de influencia social tan importante.
Veréis, el cine es una forma masiva de divulgación. Sus representaciones de la realidad trascienden y tienen un innegable impacto en quien las percibe, un impacto sobre las conductas y sobre la propia definición personal (cómo tengo que ser, qué se espera de mí, cuál es la conducta aceptable …)… En este caso el público es a partes iguales infantil y adulto. Las personas adultas, por cierto, no estamos libres de esta influencia. Ni por asomo.
Ayer encontré todos los estereotipos, TODOS, acerca de ambos sexos. Los protagonistas son masculinos: niño, padre y abuelo, además del resto de astronautas que emergen como héroes salvadores.El malo y sus secuaces también son hombres.
Padre, hijo y abuelo.

Padre, hijo y abuelo.

Las mujeres no son tan interesantes. Apenas aparecen dos: madre e hija. A la madre por cierto no se le conoce ocupación, tampoco parece que aspire a ella.
Ambas féminas cumplen sus papeles de cuidadoras, destacando sus actitudes responsables, obedientes, pasivas, dependientes… La madre, por ejemplo, es la encargada de unir a la sacrosanta familia, incluso cuando el conflicto que ha tenido lugar no es entre su propia familia, sino entre el marido y su padre. Esta conducta de reconciliación, de sacrificio, tiene su recompensa en la admiración y el agradecimiento de todos. Es cierto que las mujeres, socializadas en esa condición, adoptamos en mayor medida el papel de «agenda», dando voz a los cumpleaños y las citas sociales «obligadas» de parejas y demás miembros masculinos que estén ocupados en cosas más importantes. Sin embargo, si no reflejamos otros modelos, que a duras penas luchan por coexistir, ¿en qué espejo se van a reflejar quienes vienen detrás nuestra? Porque necesitamos modelos que imitar, no se confundan.
Madre: complaciente y preocupada por los "suyos"

Madre: complaciente y preocupada por los «suyos»

La madre es una mujer complaciente hasta la exasperación, (que tiene narices cómo reacciona ante la reacción infantiloide del marido por el revés a su profesión, haciendo oídos sordos al impacto que tiene sobre ella y su hijo. Con una inconsciencia total de estar reproduciendo la misma injusticia de su padre. El egoísmo como valor masculino. En mal lugar quedan todos los hombres capaces de un análisis mayor, capaces también de ver y de ser más allá de sí mismos y su ombligo.
La mujer-madre cumple su misión con abnegación y renuncia. Es consistente en su labor de consuelo y apoyo incondicional (vaya peligro lo de la incondicionalidad. Un timo como para otro post.)
Su hija es la eterna seguidora. Ha aprendido bien. Nuevamente da apoyo, consuelo, está pendiente de los deseos y necesidades de su «¿amigo?». (ya nos aclaran al final que la amistad entre dos sexos es muy pero que muy improbable). También ella es defensora a ultranza de las bondades familiares y es quien media para lograr que el «prota» se active en la resolución del problema. Un problema que realmente no es suyo, sino de su padre y abuelo, por cierto.
Puedo leer significados diferentes en ambas conductas. En él representa un acto de heroísmo, de omnipotencia (él solo destruye todo un arsenal). En ella es confirmación y continuación del mandato femenino de cuidado, el «ser para otros». Parece ser que a las mujeres nos encanta pre-ocuparnos y ocuparnos, en las vidas de otras personas, es decir, vivir a través de ellas. La nuestra debe ser especialmente aburrida y falta de aliciente. Lo entiendo, si nos atenemos a la representación femenina de la película.
Los chicos son quienes idean, inventan, actúan, se arriesgan. La chica mira, sigue, teme, pregunta, espera ordenes, espera aprobación. Roles peligrosamente complementarios que coartan la libertad de ser, que disminuyen, que empobrecen, que nos rebajan.
Elena Simón (ésta es la mayor aproximación a su biografía que he conseguido) explica esta estructura al detalle.
Elena Simón: Profesora de Secundaria, Catedrática de Francés y Licenciada en Filología Moderna.

Elena Simón: Profesora de Secundaria, Catedrática de Francés y Licenciada en Filología Moderna.

Observo dos iniciativas en Amy (la hija) -más allá de su estereotipada actitud aconsejadora, apaciguadora y pacificadora-, cuando tira la piedra  y cuando, saltándose por ¡¡primera vez!! una norma, sube a la nave. Analicémoslas. Respecto al primer punto: Parece ser que guionistas y director coinciden en pensar que tirar piedras –como un niño– es lo más de la igualdad. No me voy a entretener aquí en comentar nada más.
Respecto al segundo, no nos engañemos, la chica lo hace movida por la lealtad (otra vez los afectos y la necesidad de aprobación) y por un «desafortunado» descuido que da un carácter inevitable a su desobediencia.
Incluso en el momento crucial en que le llega el momento de pisar suelo lunar, la chica busca la mirada aprobatoria y el permiso del «prota»!! pareciera que ni siquiera en esta extraordinaria ocasión nos creyésemos merecedoras de ocupar un lugar en la historia.
Nuevamente los estereotipos representando la masculinidad normativa, burlándose chica y chico, del héroe con apelativos como «gallina«, es decir, cobarde, que es junto con «mariquita», lo peor de lo peor. La negación de la identidad masculina. Un mensaje claro y directo para los chicos que ven la peli: «Esto es lo que hay. Si te sales del tiesto tendrás la reprobación, la burla, el oprobio». Y al mismo tiempo un mensaje contundente  para madres y padres: «no hay sitio aquí para «niñatas».  ¡Niñatas!. Porque ser niña rebaja.  Y el mensaje cala. Con fuerza. Que se puede oír una y mil veces en los parques infantiles, partidos de futbol, de futbito, etc.
Habría para no terminar nunca. Observamos detalles como las pestañas en ella, inexistentes en él (será que los hombres carecen de pestañas) en la pretensión de crear diferencias hasta el ridículo.
El «guiño» al gusto del pelirojo por las revistas porno -que por cierto están encima de la mesa de un operario de la NASA, como si de revistas científicas se tratara-. ¡Tanto en una escena tan breve!: normalización de la mujer cosificada, naturalización del deseo heteronormativo, alimento del mito de la eterna disponibilidad masculina, y un guiño fraterno «los hombres.. ya se sabe»… ¡En apenas un fotograma!
Vaya panorama para el destino de las mujeres: ¡putas o santas!
No voy a dudar de los buenos propósitos de Enrique Gato, en serio, estoy segura de que no es consciente de lo que transmite su película. Pocas películas soportan un análisis de género (¿he dicho pocas?). Seguro que ha puesto lo mejor de sí en este proyecto. No se puede hacer de otro modo sin formación. No es posible. Porque las desigualdades o están invisibilizadas o tan normalizadas, que se llega a creer que las diferencias son «naturales», o sea genéticas, inevitables, y hasta buenas, por aquello de complementarnos. Es aquello del espejismo de igualdadHay tanto discurso en este sentido que poner una mirada crítica es muy difícil.
Sin embargo la responsabilidad de los medios de comunicación es tan alta, es tan fuerte su impacto socializador que es imperativo exigir formación en materia de igualdad, o cuando menos, la incorporación en el equipo de un/a agente de igualdad. Y hay que hacerlo ya. En serio. Corre prisa, porque el machismo está matando.
Cada vez que se representa a una chica pidiendo permiso hasta para respirar, o un chico arriesgándose en su papel de omnipotente salvador se hace apología. Apología del terrorismo me atrevería a decir (a ver si algún/a legislador/a lee esto). Defiende las desigualdades, es más, defiende la discriminación. Y lo hace de forma activa. Participa en la divulgación y en la consolidación de un modelo segregacionista. Establece las bases para que, de forma más o menos inconsciente, las generaciones jóvenes (me temo que las  otras ya no tenemos remedio) perpetúen un arquetipo que además de sufrimiento (muuucho sufrimiento) genera asesinatos de mujeres, feminicidios. Continuos. Cada semana.
Doy por hecho que ni sus cuatro guionistas ni su director son conscientes. Nadie nace aprendido.  No dudo de que si en el intervalo, reciben la formación o el asesoramiento suficiente, la próxima película que podamos ver será una preciosidad.
Y sobre todo será un ejercicio de responsabilidad, de ética y de compromiso con los derechos humanos.
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