Llevo un tiempo trabajando con un grupo de madres y padres, con criaturas muy pequeñas. Este es un programa muy interesante que ofrece esta formación una vez al mes, alternando el trabajo sobre  parentalidad -es decir, con el desarrollo de las funciones  materna y paterna- con el de revisión de la vida en pareja.

Este mes nos toca trabajar la pareja y el tema propuesto es el abordaje de conflictos. Este es un tema especialmente complejo ya que implica múltiples cuestiones: poder, actitudes, habilidades… además el modelo del que provenimos (y el todavía hoy mayoritariamente propuesto) no nos ayuda, porque invita a enfocarlo desde la confrontación permanente, la desacreditación de la otra persona y la competitividad.

Los conflictos son intrínsecamente humanos, forman parte de las relaciones, son inevitables. Suponen además oportunidades de crecimiento personal y relacional muy interesantes.

Charo Aldave expresa maravillosamente la idea de conflicto:

“La verdadera paz es aquella que nos conduce a la armonía de nuestro propio ser junto con otros seres, aceptando los conflictos como búsqueda solidaria, junto con otras personas, de procesos y tal vez soluciones en las que todos y todas ganemos. 

«Los Senderos de Ariadna (2010)»

Hay para subrayar en el párrafo. ¡La idea de búsqueda solidaria de procesos me encanta!. Habla del camino más que del destino, de ritmos, de tiempos, de construir las formas para comunicarnos, para entendernos mejor… de adaptarnos, de ser flexibles, de poner en marcha la creatividad, la imaginación… Y luego está lo de «tal vez soluciones«, como una opción, porque a veces las soluciones no se encuentran, al menos no de la forma que quisiéramos, porque ni siquiera depende sólo de mí, y porque no somos omnipotentes.   Y finalmente la idea de ganar todas las personas, no al cien por cien, eso no es posible, pero sí en un tanto por ciento aceptable. Para ambas partes.

En pareja, teniendo también su enjundia, pueden ser más fácilmente manejables porque ambos miembros disponen de espacios de autonomía e independencia personales. O así debiera ser. No necesitamos llegar a consenso tan a menudo porque éste no es un espacio único donde compartir parte de lo que somos, existen otros -íntimos y propios, amistades, familia, profesionales, aficiones…-.

Disponemos de múltiples espacios personales y sociales

Disponemos de múltiples espacios personales y sociales

Si se decide tener familia, las funciones se multiplican, aparecen roles y responsabilidades nuevas y la pareja afectiva se vuelve (también) pareja educativa, y toca hacer equipo. Las nuevas responsabilidades nos obligan a encontrar puntos comunes respecto a cuestiones de toda índole referentes a las y los menores: educativas, sanitarias, éticas…  que favorezcan la autonomía de la y el menor para que, en un futuro, tenga las suficientes herramientas para dirigir su vida de manera independiente.

Es necesario trabajar para la comprensión de la otra persona. Digo trabajar porque la empatía requiere un importante esfuerzo psíquico. Y es necesario también llegar a acuerdos, negociar: los valores, las condiciones, los tiempos, las modalidades, las formas… se aprende y se crece. Todo el mundo cede algo y gana algo.

Algunas condiciones para facilitar esto son:

  • Dejar de pensar que nuestra verdad es LA VERDAD absoluta y única.
  • Dejar de esperar que estén de acuerdo conmigo, de persuadir, de convencer  y admitir las diferencias.
  • Dejar de culpar a otras personas de nuestros sentimientos y hacernos responsables de ellos y de nuestra historia.
  • Crear un espacio seguro, ausente de cualquier manifestación de violencia, por supuesto de la física, pero no sólo. También de violencia verbal, de juicios e interpretaciones.

No  necesitamos juzgar, desvalorizar, insultar, negar los sentimientos, no reconocer las diferencias, persuadir, convencer, sentar cátedra. No necesitamos gestos y miradas que pretendan provocar miedo.

Sabemos que escuchar no es fácil. Significa una renuncia a hablar, a explicar, a convencer, a responder. Desapegarnos de nuestro punto de vista, ver el de la otra persona y poder relacionarnos desde las diferencias. Significa salir de sí y estar a disposición, acoger lo que se expresa, que no quiere decir aprobar o estar de acuerdo con ello.

Algunas herramientas que pueden ayudarnos son la clarificación, la paráfrasis, el reflejo, la síntesistécnicas que se aprenden entrenando. Mejor en grupo de iguales. Para esto son estos espacios de formación.

El parental supone un espacio cuyas tensiones, a menudo, ponen a prueba la posición en que nos colocamos ante las relaciones (desde dónde concibo a la/s otra/s persona/s), la manera de entender el papel educativo, y, finalmente, las particulares actitudes, habilidades y destrezas con que nos manejamos en la vida (autoestima, equilibrio personal, gestión emocional, modelo y estilo de autoridad, etc.). Es importante conocer los temas, los «nudos» propios, las cuestiones que tengo sin resolver, la forma en que entiendo las relaciones y desde dónde me posiciono. Conocer mi estilo de comunicación, mis puntos fuertes, mis contradicciones. Es importante sostenerse para poder sostener. Y en ese sentido la formación personal es una gran aliada. Próximamente desarrollaré un taller con dos sesiones de trabajo en esta línea.  Pincha aquí para saber más (las plazas son limitadas).

ponen a prueba las propias destrezas

Ponen a prueba los recursos propios

Es aquí, en el ejercicio de la maternidad y/o paternidad donde pueden -suelen- aparecer mayores dificultades para conciliar distintos criterios educativos que, algunas veces, acaban pasando factura a la vida de pareja comprometiendo antiguas complicidades y alianzas. Otras veces, sin embargo, la fortalecen.

Como ya comenté en un post anterior,

En definitiva, ser madre y padre consiste en formar un frente educativo unido, que no quiere decir con un único criterio, la utilidad de trabajar en equipo nace de la diversidad, de los múltiples y enriquecedores puntos de vista. Estar unidos significa darse apoyo, confiar en el estilo de la pareja educativa, en su mirada, en su forma de hacer, tratar de encontrar puntos comunes, acuerdos, tomarnos en consideración, descansarnos cada quien en la otra persona, encontrar puntos intermedios.

Pues en esto estamos. A darle vueltas, que es la mejor manera de avanzar.

 

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